La Lonja del Comercio de La Habana
La Lonja del Comercio de La Habana llegó a ser una entidad de gran pegada en el mundo de los negocios y las buenas nuevas de las inversiones en Cuba auguran una más rápida revitalización de la vida en ese centro mercantil enclavado en dicha ciudad. Razones por la cual lo invitamos hoy a conocer detalles de ese representativo lugar.
Su antecedente inmediato está en la Lonja de Víveres de La Habana luego se convirtió en la Lonja del Comercio, o sea la Bolsa de valores y la casa de contratación de la ciudad hasta 1959 que pasa a ser oficinas de diferentes entidades.
Fundada en 1888 y ubicada inicialmente en la calle Baratillo, donde convergían todas aquellas personas legalmente dedicadas a la actividad comercial.
Poco tiempo después se trasladó a los terrenos de la Plaza de San Francisco, lugar habitual de vendedores y comerciantes desde la fundación de la villa de San Cristóbal de la Habana en 1519.
Esa simbólica plaza fue, sin dudas, el centro de negocios de La Habana colonial. Lugar de expendio de frutas y mercancías, de carga y descarga de los carretones en un ir y venir de los muelles o almacenes circundantes.
Próximo estaba la Aduana, por lo que los muelles de San Francisco eran los más importantes de la rada habanera, donde atracaban los barcos provenientes o con destino a ultramar.
En ese entorno la compañía estadounidense Purdi and Henderson construyó -entre 1907 y 1909- el edificio hoy conocido como Lonja del Comercio de La Habana.
El proyecto tuvo como referencia los planos del arquitecto y escultor valenciano Tomás Mur, quien contó con la colaboración de su homólogo cubano José Toraya, ganadores del concurso convocado a esos fines por la Lonja de Víveres de La Habana en 1903.
La obra se hizo frente a la calle Lamparilla No.2 esquina a Oficios y ocupaba una manzana de 2 mil 370 metros cuadrados, que abarcaban las calles Lamparillas, Oficios, Baratillo y Obraría, sobre las que se levantaron cinco pisos en un área de 11 mil 851 metros cuadrados.
Fue inaugurado el 28 de marzo de 1909, la planta baja estaba destinada a almacenes y bolsa, el segundo piso a oficinas, el tercero a operaciones de la Lonja y los pisos cuatro y cinco fueron alquilados para agentes de aduana y casas importadoras. Posteriormente, en 1939 se le añade otro piso, manteniendo sus atributos esenciales.
El edificio marcó un hito en la construcción civil de su tiempo. Entre los más importantes adelantos tecnológicos empleados en su ejecución destaca la utilización de estructuras de acero para soportar el peso de las paredes, pisos y techos.
Los interiores fueron decorados con una clara influencia morisca y las fachadas con un marcado estilo renacentista y ecléctico, en las que aparecen ornamentos similares a los de las columnas del Palacio de la Señoría en Florencia, Italia.
En su decorado exterior destaca una variada profusión de motivos relacionados con la actividad del comercio: caduceos, cuernos de la abundancia y figuras humanas en actitud de concertación.
Todo el conjunto se coronó con una cúpula en el que destaca una estatua de bronce de Mercurio, dios griego del comercio, copia del original hecho en el siglo XVI por el escultor italiano Juan de Bolonia, discípulo y amigo de Miguel Ángel, a la vez una de las prominentes figuras del renacimiento italiano.
Con cuatro metros de alto, se trata de una escultura hueca en su interior, construida con chapas de cobre muy delgadas, cuyo original se encuentra en el museo del Louvre, de París.
El tozudo Mercurio habanero ha resistido las acometidas, no solo del tiempo sino de la naturaleza, y ha sido víctima, en más de una ocasión, de los azotes de los ciclones.
Allí estuvo por 90 años hasta que, el 14 de octubre de 1999, la fuerza del huracán Irene quebró su base sustentante y lo hizo rodar hasta la base de la cúpula, fragmentándolo en varios pedazos.
Restaurado, fue devuelto a su sitial centenario, pero esta vez sobre un mecanismo giratorio que le permite oscilar y ofrecer menor resistencia a la fuerza de los vientos.
En la década de los años noventa del siglo pasado, la Oficina del Historiador de La Habana, asociada con la Corporación Bancaria Española Argentaria, acometió la más reciente y ambiciosa rehabilitación capital del simbólico edificio y devolverle su uso original en la actividad mercantil.
Los proyectos arquitectónicos y de ingeniería estuvieron a cargo de las firmas españolas Eduardo Villegas, Javier González de Adalid y Sereland.
Poco más de un año llevó el proceso de restauración para conservar mucho de sus orígenes, aunque algunos cambios fueron necesarios en aras de actualizar tecnológicamente la instalación.
Ahora dispone de unos 10 mil metros cuadrados para oficinas y áreas de arrendamientos de firmas extranjeras y nacionales las cuales cuentan con servicios de toda índole que aseguren su multifuncionalidad.
Sin perder el encanto y la fisonomía original y a casi un siglo de su construcción, la Lonja del Comercio de La Habana persevera como uno de los edificios emblemáticos del casco histórico de la capital cubana.