Bahía de La Habana entre las más grandes y seguras de América

alina
13 January 2016 11:42pm
Bahía de La Habana entre las más grandes y seguras de América

Bahía de La Habana, entre las más grandes y seguras de América y del Mundo, deviene en un polo de insuperable atracción que justifica las acciones para potenciar el turístico de la rada habanera, de futuro promisorio.

Este vital enclave, tanto por su ubicación geográfica como económica, constituye una de las joyas más preciadas para los habaneros y los cubanos, la cual guarda de todos gratos recuerdos; en una fuga de la escuela,  una noche enamorada;  una travesía en lancha para visitar en lo alto de Casablanca al Cristo, o pedir a Yemayá en su iglesia de Regla.

Esta inmensa bolsa de agua, -ahora cada vez más limpia- acoge por estos tiempos con inusual frecuencia la visita de turistas a bordo de cruceros, entre ellos del renovado MSC Opera en su hermosa travesía por el Caribe y que tiene en este 2016 una cita fijada en La Habana. Por demás, MSC Cruceros, anunció que reforzará su presencia en Cuba, situando un segundo barco como puerto base en La Habana, para la temporada de invierno de 2016-2017.

Razones que justifican con creces sugerirle desde La Habana invita… a dar un paseo por la Bahía de La Habana, antes conocida como Puerto Carenas, considerado uno de los sitios más visitados en Cuba, junto a todos los sitios coloniales e históricos que la rodean. 

También es más recordada porque fue aquí donde estalló el acorazado buque estadounidense Maine el 15 de febrero de 1898, so pretexto de Estados Unidos  para intervenir en la Guerra de 1895 librada por los cubanos contra España.

El renovado enfoque sobre el importante destino de esta bahía explica el traslado oportuno y gradual de las operaciones portuarias a zonas más apropiadas, como ocurre en la actualidad con la bahía del Mariel, hacia el oeste de La Habana, y donde  funciona la Zona Especial de Desarrollo Mariel.

La Bahía de La Habana tiene  5,2 kilómetros cuadrados, un perímetro de 18 kilómetros y un volumen de agua de 47 millones de metros cúbicos, en mil 300 metros de largo, con una profundidad de nueve metros.

Es navegable solo en 120 metros; tiene el 87 por ciento del territorio ocupado, y el 63 por ciento de sector productivo cuenta con 71 atraques y 50 muelles. Por otra parte, desde hace más de 30 años el calado de los buques oscila entre los nueve y los 11 metros.

Esta dársena, como otras similares a ella en el mundo asumen proyectos de desarrollo,  ante los avances tecnológicos y mayor  tamaño de los buques  de carga,  por  una mayor  relevancia del contenedor en el comercio global. Explican expertos que algunas de las embarcaciones de hoy día tienen unos 400 metros de largo por 70 de ancho, solo tripuladas por alrededor de 13 personas. Incluso el Canal de Panamá realiza procesos de ampliación para permitir paso a buques de grandes dimensiones.

Dicho sea de paso, un oportuno estudio  de arquitectos y especialistas  involucra a esta rada, para estimular carácter turístico de la Bahía de La Habana y el futuro de toda la ciudad.

Las sugerencias incluyen otros movimientos en el entorno de la rada es el de la refinería de petróleo hacia el centro del  país,  que favorecerá mejores  condiciones de comunicación para el abastecimiento de combustible a las provincias.

Entre otros importantes cambios en este lugar, centro de la capital  cubana,  se concibe  como estrategia sistema, dirigida no solo a  transformar las instalaciones y el entorno del puerto, sino las viviendas, centros sociales, e instalaciones de todo tipo; que incluye incluso el empleo recreativo de las costas y los lugares en desuso para turismo marinero, museos, áreas de centros de negocios, e instancias políticas, al entender la bahía como centro de la ciudad.

A ello se suman los esfuerzos de la Empresa de Servicios Varios (Emserva) para el manejo de sustancias peligrosas, la evaluación del desempeño ambiental de las 105 empresas que son fuentes contaminantes a la bahía capitalina, así como la presentación del proyecto dedicado al ambiente sonoro en la actividad de los astilleros. Los trabajos de recuperación han logrado reducir en un 76 por ciento las cargas de residuos industriales desde 1998 a partir del establecimiento desde ese años de unas  mil 230 medidas de control, entre ellas programas de desarrollo agroforestal, de educación ambiental y energética, y un parque temático ecológico para la reconstrucción del paisaje natural, instalaciones infantiles, un balneario y un mirador, entre otras.

Varios proyectos de recuperación ambiental para la Bahía de La Habana, como recogida de desechos sólidos, dragado del fondo, una planta de tratamiento de residuales y el uso de bacterias especializadas en la descomposición del petróleo, uno de los más importantes contaminantes,  hacen que progresivamente mejore la  calidad de sus aguas.

El deterioro de la ensenada comenzó en el siglo XVIII, cuando el llamado “cordón industrial” que hay a su alrededor vertía en sus aguas residuos sin tratar, a lo que se añadió el establecimiento del basurero de la ciudad en una de sus ensenadas.

Mucho tiempo atrás…

La Habana concentró las riquezas provenientes del resto de las colonias americanas, que la flota transportaba a España  y ello obligó a la protección de la ciudad y la rada. Así se construyeron los castillos de San Salvador de la Punta (1590),  Los Tres Reyes del Morro (1589-1630) y la Muralla de La Habana (1674-1797). También se edificaron la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña (1763-1774)  y los castillos de Santo Domingo de Atarés (1763-1767)  y  el Príncipe (1767-1780). Todos ellos se comunicaban entre sí como parte del sistema defensivo de la ciudad de ataques de corsarios y piratas.

En ese entonces, en puerto habanero era un rústicos atracaderos de madera y los cobertizos contiguos en tierra, sobre todo en zonas contiguas a la Plaza de Armas y la Plaza de San Francisco donde la profundidad de la bahía era de 16 a 18 brazas, por lo que los buques podían atracar a lo largo del litoral, directamente a la costa, empleando añadiduras o salientes de tablas sobre horcones.

Desde 1554,  en la vertiente opuesta a la ciudad, se habían fundado la villa de la Asunción de Guanabacoa el pequeño caserío de Marimelena y en 1690 el santuario de Nuestra Señora de Regla,  alrededor del cual se fue conformando un poblado con igual nombre que conserva hasta nuestros días.

Entonces el puerto era desde el Castillo de La Fuerza hasta la plaza de San Francisco donde se encontraban los muelles principales, que prestaban servicio a los barcos provenientes o con destino a ultramar; desde el Muelle de Luz hasta el Baluarte de San Isidro, se aseguraban el tráfico de pasajeros y de mercancías por el interior de la bahía y a partir de allí el Muelle del Arsenal, destinado a la construcción y reparación de navíos.

Por esa época la vida de la ciudad giraba en torno a la bahía y aparecieron espacios públicos de gran importancia como la Alameda de Paula (1772), el Teatro Principal (1773), la Cortina de Valdés (1843) y el Paseo de Roncalli. A las puertas del siglo XX la vida citadina se desplazó al centro de la ciudad y la bahía y su entorno dejó de ser de principal interés desde el punto de vista social, no así económico.

Con la entrada del siglo fueron sustituidos los viejos muelles de madera por modernos espigones de concreto, fueron  dragados algunas áreas de la bahía para lograr un mayor calado; en los terrenos del Arsenal fue construida la Estación Central de Ferrocarriles (1912), que trajo consigo lo que se conoce como  "elevados", importantes  todavía hoy para la entrada y salida de los trenes al andén.

Otras muchas modificaciones y construcciones hicieron que la ciudad, vista desde el mar, perdiera sus encantos fundacionales, los que han sido rescatados con paciencia franciscana por la Oficina del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal,  que hacen vuelva a existir ese nexo evocador entre la ciudad y la rada.

La Bahía de La Habana, un sitio que muestras sus encantos –cada vez mayores- a cualquier hora del día y le regala al visitante una estampa caribeña grabada en la retina o retenida en el lente de su cámara, acompañada de la simpatía contagiosa de sus pobladores

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