Azúcar cubano con receta brasileña

Por primera vez desde las nacionalizaciones de 1960, un central azucarero cubano está en manos de un administrador extranjero. Ya es un hecho que el complejo 5 de Septiembre, de la provincia de Cienfuegos, trabaja según los métodos del gigante brasileño Odebrecht, cuya representación en la mayor de las Antillas (la Compañía de Obras de Ingeniería) asumió su dirección en los primeros días del mes de enero.
“Yo no soy la parte cubana”, aclara al romper el diálogo exclusivo con Progreso Semanal Odlanier Rico Ramírez, subdirector general del central. “Aquí la propiedad no es compartida, sino enteramente nacional. De lo que se trata es de un contrato de administración, según el cual la gerencia general es brasileña y los cubanos trabajamos de acuerdo con sus indicaciones. El resto de las direcciones (Industrial, Agrícola, Inversiones, Sostenibilidad…) las componen brasileños y cubanos, porque una de las intenciones nuestras es aprender de ellos, obtener su know how”, revela.
El proyecto además representa para Cuba otras oportunidades. “Obtendremos acceso a la tecnología más avanzada en el mundo en materia azucarera y disponemos ya de un crédito de 120 millones de dólares para las fuertes inversiones que aquí van a ocurrir, otorgado por el Banco de Desarrollo de Brasil”, explica Rico Ramírez, quien aprecia en el convenio lo que él llama “ventajas indirectas”.
“La rama agroindustrial de Odebrecht por si sola produce más de la mitad del azúcar que fabrica hoy toda Cuba, y compra maquinaria en mucho mayor número que nosotros. Pues entonces, cuando vayan a comprar, digamos, 400 cosechadoras que compren 405 puede significar precios muchísimo mejores que si AZCUBA fuera a comprar solo 5 combinadas.”
Otras ventajas las aporta el gerente brasileño, Wolney Longhini. “Tenemos una rama del grupo especializada en obras de infraestructura y aquí debemos realizar una fuerte inversión en caminos y construcción industrial. Por supuesto aprovecharemos a nuestros colegas y será ventajoso para las dos partes”, apunta al referirse a la rama de su organización que entre otras muchas obras hoy se encarga del nuevo puerto de Miami, en Estados Unidos, y de la terminal de contenedores del Mariel, en La Habana.
“En materia de aprendizaje ganarán hasta las instituciones de educación de la provincia”, insiste Rico Ramírez. “Oderbrecth consigue de su suministradora de maquinaria que le capacite a los operarios de los equipos, con simuladores 3D, antes de salir a desandar los campos. Aprovechando esa oportunidad le estamos pidiendo a las autoridades de la provincia que nos entreguen una escuela abandonada, a 50 metros del central, para montar allí nuestro centro de capacitación, que cuando lo tengamos será un escándalo”, afirma risueño el subdirector general.
“¡¿Usted se imagina a un guajiro ante un simulador 3D?!”, bromea para de inmediato agregar, más serio: “Le estamos proponiendo a la Universidad de Cienfuegos y al Centro de Información y Gestión Tecnológica (CIGET) asociarnos para tener allí un espacio de investigación y entrenamiento; pues aquí, por ejemplo, los estudiantes y académicos podrán apreciar calderas que solo están disponibles para Cuba en fotos.”
El optimismo apreciable entre quienes participan en esta novedosa experiencia es comparable solo con la carga de responsabilidad que supone. Todos los directivos consultados afirman que los 14 años por venir (término de duración del contrato) serán exitosos, pero al mismo tiempo guardan precaución ante lo desacostumbrado que resulta para los azucareros cubanos tomar decisiones por sí solos.
“El garante de este contrato no es el Estado cubano sino la Empresa Azucarera Cienfuegos, así que los ingresos que no captemos en el 5 de Septiembre lo deberán aportar los otros centrales de la provincia, a costa de sus ganancias. Es otro de los propósitos de este experimento: incentivar el ejercicio empresarial autónomo en el modelo cubano”, y tal vez por esa particularidad puedan explicarse los meses de atraso que experimentó el comienzo de la gestión brasileña (en comparación con la fecha prevista desde su primer anuncio).
La falta de experiencia de los agroindustriales cubanos en manejarse sin centralismos despierta sospechas también sobre la posibilidad de que sean usados los muchos y nuevos recursos del central para satisfacer necesidades de los colindantes. “Para evitar obstáculos de ese tipo existe una cláusula en el contrato que entrega a los extranjeros autonomía de gestión e impide interferencias en la administración”, responde el subdirector.
De todas formas el parque automotor del 5 de Septiembre será tentador. En 2014 llegarán al ingenio más de 50 equipos entre tractores, combinadas y sembradoras; una cifra mayor que el total de equipos existentes en toda la provincia del centro sur cubano. Y será solo el comienzo.
“Realizaremos un fortísimo proceso inversionista. Lo primero será llevar el central hasta su capacidad de molida de diseño, 7 mil toneladas de caña diarias, limitada ahora a 4600. El segundo objetivo, a partir de las potencialidades que identificamos, será llevar la molida hasta 12 mil toneladas”, abunda Rico Ramírez.
“Lo que debemos hacer aquí lo conocen todos los azucareros: sembrar mucha caña. No lo hacemos hoy en Cuba porque no tenemos la tecnología que nos permita hacerlo con rapidez. Aquí la vamos a tener, y también la que necesitamos para desmontar las áreas de infestadas de plantas invasoras como el marabú, que antes fueron campos de caña”, agrega.
El negocio es la energía
“Para nuestra organización trabajar en Cuba es estratégico. Nos permite participar de un momento de desarrollo interesante en la Isla”, comenta el gerente Longhini, quien asume la dirección del proyecto tras vencer experiencias similares en su país y en Angola.
“Hay personal muy bueno en el central, es cuestión de organizar mejor el trabajo, realizar algunas inversiones, importar tecnología y otras cuestiones que no son distintas a lo que hicimos en Brasil para lanzar nuestra producción”, señala.
“Los representantes de Odebrecht nos han dicho que su negocio no es el grano de azúcar sino la energía”, tercia por su parte Rico Ramírez. Y explica: “El azúcar es energía, un carbohidrato que integra la base energética del cuerpo humano; pero también del bagazo se obtiene energía eléctrica y de las mieles se destila etanol, un combustible muy eficiente.”
El experimento cubano parece concentrarse en este primer momento en el grano dulce y la cogeneración de electricidad. “25 millones de dólares del crédito serán destinados a la transformación del modo en que genera este central y su conexión al sistema electroenergético nacional, al cual le llegaremos a aportar más de 160 Megawatts al día, casi tanto como una de las plantas de la termoeléctrica de Cienfuegos”, abunda el subdirector.
Con el proyecto intentarán también encontrar un camino para recapitalizar la industria azucarera, otra de las urgencias del país. “La idea es reinvertir el capital que obtengamos en pagar el crédito y sostener la producción del central. Hoy el grupo empresarial AZCUBA reparte entre todos sus “pollitos” (centrales) el 16 o el 17 % de los ingresos como reinversión. Aquí reinvertiremos el 60%”, aclara Odlanier.
“Por aquí traeremos a los colegas de la división de azúcar y etanol de Odebrecht, para que también aprendan aspectos interesantes que tiene la producción de Cuba”, asegura Longhini, entre cuyos incentivos está una notable participación monetaria de las ganancias del central, si logran mantener los cronogramas y cumplir el plan cada año por encima del 95%.
“Con los brasileños la cosa es otra”
“La gente habla mucho”, nos dice Dionisia, encargada del pantry en el edificio administrativo y residente en la cercana comunidad de Cartagena. “Unos dicen que ahora sí vamos a echar pa´lante la producción del central, pero otros creen que con los nuevos jefes se acabó el `pan de piquito´: ya no se podrá llegar tarde y no se podrá salir antes de tiempo para resolver otras cosas, algo que con los jefes cubanos es más fácil”, opina.
Muchos de los empleados del ingenio desconocen el cambio de estatus de su centro laboral. “Se dice que habrá mucho cambio y ojalá que sí, pero todavía falta”, nos dice Juan Díaz, jefe de turno en la planta eléctrica. “El central este año está moliendo muy bien, tiene eficiencia, pero lo que estamos es faltos de caña”, nos dice, como para refrendar el gran problema del azúcar en Cuba hoy: la ausencia de materia prima.
En el impacto humano de la administración brasileña de un central cubano es donde también están puestas muchas claves de evaluación. Sin el estímulo a quienes producen, poco generaría ningún esquema, por muy moderno que fuera, y es por esa razón que algunos escépticos miran hacia los ingresos de los trabajadores.
“Hoy con un plan de 40 mil toneladas de azúcar cobramos entre mil 100 y mil 600 pesos al mes”, nos cuenta Adiuska Laurencio, jefa de despacho en la dirección. “Si como se habla en las reuniones llegaremos a producir 140 mil toneladas, estaríamos triplicando nuestros ingresos en unos años”, calcula.
Otra dimensión del impacto humano la da el propio subdirector cubano: “Con la rehabilitación de los viales para mover nuestros equipos impactaremos en muchos asentamientos aislados que existen por esta zona. Incluso estamos abogando por crear cerca del central un taller de costura para fabricar los uniformes de los trabajadores, lo cual generaría empleo a la familia de los agricultores y los obreros industriales”, augura.
Como trasfondo de estas palabras, resuena el vapor de las calderas de un central construido luego de 1959 (y por tanto carente de posibles reclamaciones de dueños expropiados). Apenas comienza a andar una iniciativa que no tiene precedentes en el país y se acercan años de tensión, pues el éxito en el 5 de Septiembre no depende solo de su administración brasileña y sus trabajadores cubanos, sino también del resto de las empresas locales que deberán garantizar el cumplimiento de cada propósito.
Hoy solo parece un dulce sueño que empieza a molerse. El tiempo dirá.
José Jasán Nieves Cárdenas
Progreso Semanal