No solo los ciclones tropicales llevan nombre
Estamos más que acostumbrados a que a los ciclones tropicales se les asigne un nombre, cuando alcanzan la clasificación de tormenta tropical, con vientos sostenidos superiores de 65 kilómetros por hora o superiores, o bien cuando se clasifican como huracán, si sus vientos máximos sostenidos alcanzan 119 kilómetros por hora o son superiores a este valor.
Para ello, existen determinadas reglas que han sido establecidas por los cuerpos de expertos en ciclones tropicales constituidos por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en todas las ciencias oceánicas donde se forman ciclones tropicales. Es un sistema bien organizado, con listas aprobadas preestablecidas para las próximas seis temporadas ciclónicas, así como un sistema para retirar nombres de ciclones tropicales que hayan alcanzado notoriedad, así como suplantarlos por un nuevo nombre a fin de que el listado esté completo. También hay un listado suplementario de nombres, para el caso de que se llegue al último nombre por orden alfabético en la lista oficial de la temporada.
Este sistema existe desde 1950, y en su forma actual desde 1978 con la creación del Comité de Huracanes de la OMM en la Región IV, Norteamérica, Centroamérica y el Caribe, que como tan está integrado por los expertos representantes oficiales de los Servicios Meteorológicos del área considerada, que siempre son servicios que provee el gobierno de cada país.
El nombre se asigna al ciclón tropical en cada cuenca de ciclones tropicales del Mundo teniendo en cuenta la cultura, las lenguas y detalles locales del lugar donde se encuentre. Por ejemplo, en el Atlántico, al llegar a la intensidad de Tormenta tropical, se le bautiza con un nombre femenino o masculino, en español, inglés o francés (las tres lenguas que se hablan en esta área geográfica). En el Pacífico noroccidental por supuesto que llevan nombres asiáticos, en lista de 140 nombres a la cual todos los servicios meteorológicos oficiales han contribuido y puesto de acuerdo en ellos.
Nombrar a un ciclón tropical tiene como objetivo emplear un recurso nemotécnico efectivo, pues siempre es más fácil recordar, por ejemplo, al huracán Flora, que al huracán que azoto al oriente de Cuba del 4 al 7 de octubre de 1963.
Sin embargo, los ciclones extratropicales, que pueden ser llamados borrascas, bajas extratropicales o tormentas invernales, solo en años relativamente recientes se les ha puesto nombre, pero no a todos, y tampoco de una manera tan sistemática y organizada como en el caso de sus contrapartidas tropicales.
El nombrar a las tormentas invernales, tiene como atractivo el ser también un recurso nemotécnico para recordar casos individuales, bien por su fuerza, los vientos, la cantidad de nieve, el desastre que ocasionó, o por otra causa que le hagan recordable.
En 1954 la Universidad Libre de Berlín (FU) se inspiró en la forma en que se nombraban los ciclones tropicales. Propusieron que se nombrara, no solo las tormentas invernales fuertes, sino a todo sistema de bajas y altas presiones. Esta práctica nunca fue aprobada por las organizaciones meteorológicas europeas ni por la Organización Meteorológica Mundial. El esquema de la FU se expandió por Europa, fundamentalmente por los Medios de Difusión. Pero cuando otras organizaciones meteorológicas, como el Servicio Meteorológico de Noruega, y otras no meteorológicas, se sintieron con derecho y empezaron a nombrar a las tormentas invernales, la posibilidad de que una misma tormenta pudiera recibir varios nombres fue una preocupación real tanto para los medios como para el público.
La cúspide de este proceder llegó cuando la UF adoptó un esquema llamado ¨Adoptar un Vórtice¨, en el cual cualquier persona u organización podía comprar un nombre para ponérselo a una tormenta, si tenía dinero para hacerlo. Con el dinero recaudado, la FU mantendría las observaciones meteorológicas en la universidad. Aunque usted no lo crea, se dice que más de 1 800 personas de 15 países europeos, además de Brasil, Japón y los EE. UU., habían comprado un nombre, y ya en el 2012, noventa bajas presiones con movimiento sobre Europa habían recibido un nombre por las personas que lo habían comprado. Esto conducía a crear una situación que solo se asemejaba con la existencia de un caos total.
Así las cosas, en los EE. UU. el panorama parecía tranquilo, hasta el invierno de la Temporada invernal 2012-2013, The Weather Channel (Canal del Tiempo), un canal privado dedicado a la meteorología, anuncio que un grupo de sus meteorólogos había escogido 26 nombres para nombrar, con ellos, a las tormentas invernales, a partir de dicho invierno, y los Medios, principalmente la TV, le siguieron el paso como algo que era del mayor sensacionalismo posible. Los únicos criterios para nombrarlas era que fuera un nombre que no se hubiera usado en ninguna lista de tormentas tropicales y huracanes, que debían nombrarse sólo a las tormentas invernales fuertes y debía hacerse con una antelación de tres días antes de que algún lugar determinado sufriera un impacto significativo, esto último para asegurar, con cierto grado de confianza, que la tormenta impactara significativamente a un número grande de personas. Pero no existía ningún centro meteorológico nacional ni ninguna institución gubernamental o científica de los EE. UU. que monitoreara y regulara este procedimiento.
La ventaja que puede tener el nombrar a las tormentas invernales es clara: es más fácil comunicar información sobre la tormenta dada, al referirse a ella por su nombre, mientras que también son más fáciles de recordar individualmente, sobre todo las significativas, y referirse a ellas después que ocurrieron.
Pero tal proceder tiene también manifiestas desventajas: a diferencia de los huracanes, que son sistemas meteorológicos muy bien definidos, las tormentas invernales son a menudo muy amplias y no poseen gran organización. También, cuando tenemos una tormenta invernal, las condiciones del tiempo pueden ser muy diferentes en distintos lugares, en unos lugares vientos fuertes, en otros solo tener nieve, o tener lluvia, y esto puede confundir a la población. Asimismo, una tormenta invernal, siendo tan amplia, puede debilitarse en una zona y volverse a desarrollar en otra. Si esto ocurre, puede ser difícil definir donde termina una y donde empieza la otra, ¿podrían tomar otro nombre o llevar un nombre nuevo?
Pero, lo más grave sigue seguía que, al no haber ningún organismo oficial que nombrara a las tormentas invernales, pudiera, como había ocurrido en Europa, surgir cualquier persona u organización que les de otros nombres, dando al traste con los propósitos originales y produciendo caos y desinformación.
Esto no puede ocurrir en el caso de las tormentas tropicales y huracanes, pues, como ya les conté, las listas de nombres son oficiales, producto de acuerdos internacionales de los representantes de los servicios meteorológicos gubernamentales de cada país, bajo la égida del organismo rector de las Naciones Unidas para el Tiempo, el Agua y el Clima, que es la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Tal sistema garantiza el buen uso y la homogeneidad del sistema de nombres para los ciclones tropicales en todo el planeta.
En al momento actual, algunas cosas han cambiado. En los Estados Unidos, The Weather Channe sigue siendo el encargado de nombrar a las tormentas invernales terrestres, como lo ha hecho desde la temporada invernal de 2012-2013. Sin embargo, ahora se usan criterios mejor definidos. El canal nombra a las tormentas en orden alfabético según dos criterios: se emite el nombre si hay una advertencia del Servicio Meteorológico Nacional para una tormenta de invierno, de nieve o de hielo que abarque una población de al menos 2 millones o si dichas advertencias cubren un área de al menos 400.000 kilómetros cuadrados. El Servicio Meteorológico oficial del País, National Weather Service, como tal, no participa en el proceso de nombrar las tormentas.
Europa ha tratado de arreglar este problema y aunque no existe un sistema mundial establecido, se han diseñado procedimientos importantes en este sentido. Météo-France, IPMA, y AEMET, Servicios Meteorológicos oficiales de Francia, Portugal y España, a los que sumó después el de Bélgica, decidieron establecer de manera oficial, desde la temporada invernal 2017-18, un nuevo sistema de nombres de cara a los medios de comunicación, el público en general, instituciones, colaboradores. Fueron pasos que poco antes ya habían dado el Met Office y Met Éireann, los Servicios Meteorológicos del Reino Unido e Irlanda, respectivamente. El nuevo sistema es un sistema oficial de los Servicios Meteorológicos Nacionales, y como tal cuenta con el respaldo de sus gobiernos y el de la OMM,
En este caso, se nombra solo a las borrascas importantes, las que potencialmente puedan producir un gran impacto en los bienes y las personas; dándole una tremenda fuerza e importancia, lo que de seguro hará que persista, no sólo por el respaldo, sino por su lógica. Se parte del principio de que es lógico nombrar a las borrascas, por la misma causa por la que nombramos a los huracanes: para individualizarlos, llamar la atención y prevenir daños mayores.
Así que solo se nombran las borrascas con Gran Impacto. Como parte intrínseca de la cooperación con los Servicios Meteorológicos del grupo Oeste, si una borrasca con gran impacto afecta primero a Irlanda, Reino Unido o Países Bajos, entonces el nombre será elegido por uno de estos tres países siguiendo la lista de nombres del Grupo Oeste y se difundirá inmediatamente a los integrantes del Grupo Suroeste, los cuales tendrán que respetarlo. Esto se hará de forma totalmente recíproca en el caso contrario.
Se exceptúan a los ciclones post-tropicales o extra-tropicales, ciclones que hayan sido anteriormente tropicales, y hayan recibido ya un nombre por el listado del Comité de Huracanes de la AR IV de la OMM.
Para el caso de las borrascas que ocurren en el mar Mediterráneo, se realiza algo similar. Para ello, el Grupo Sureste, es el que nombra a las borrascas de esa zona del Mediterráneo.