Basura espacial
Cuando la Unión Soviética inauguró la era espacial con el primer satélite artificial de la Tierra, en octubre de 1957, nadie, absolutamente nadie pensaba en algo que se convertiría en un problema crucial con el paso de los años. En los primeros años en que tanto la Unión Soviética como los Estados unidos lanzaban al espacio los primeros ingenios cósmicos, eran naves que lo hacía a una altura relativamente baja, respecto a la superficie de la Tierra, y tenían una vida útil más bien corta, pues, la fricción con las escasas moléculas de aire que a esa altura todavía encontraban, era suficiente para que frenaran y poco a poco descendieran, hasta precipitarse y quemarse por el intenso calor de la reentrada a gran velocidad en la atmósfera terrestre.
Andando el tiempo, en junio de 1965, el astronauta estadounidense Edward White, uno de los primeros en el mundo en realizar una caminata espacial, fue testigo de un acontecimiento inusual: un guante de repuesto se escapó por la escotilla abierta de la nave. Algo sin importancia, podrá pensarse, pero el guante, orbitando a la Tierra a 28000 kilómetros por segundo, se transformó en uno de los primeros desechos espaciales, o basura espacial, generados por el hombre. Para decirlo de una manera sencilla, el guante, viajando a la increíble velocidad de 28000 kilómetros por segundo, se convirtió en un potente proyectil.
Nadie podía pensar entonces, que la llamada “órbita baja” de la Tierra se convertiría en lo que es hoy, un enorme basurero espacial en el que se estima que hay unos 5400 objetos del tamaño de un metro de diámetro o más, viajan sin control alguno, sin contar que hay 34 000 objetos mayores de 10 centímetros de largo, 900 000 de más de un centímetro y 130 millones de objetos que tienen un tamaño de más de un milímetro.
Según la Agencia Espacial Europea (ESA), en el año 2022 la cantidad de material que orbita la Tierra superó las 10.000 toneladas métricas. Y aunque ahora hay conciencia del problema que esto ocasiona y se trata de evitar que continúa ocurriendo, el número parece que seguirá creciendo en los próximos años, a no ser que existan mejores medidas de control.
Benjamín Bastida Virgili, que forma parte de la Oficina de Desechos Espaciales de la ESA, explicó recientemente al diario ABC, que desde la Tierra vemos regularmente 31 000 objetos que vuelan en torno al Planeta, de ellos sólo 6 000 son satélites útiles, pero el resto es basura espacial. La oficina de desechos espaciales de la ESA, monitoriza todos esos objetos conocidos y busca otros nuevos, calcula sus trayectorias y trata de evitar cualquier posible choque.
El choque de una diminuta partícula que viaja a esa exorbitante velocidad, es un verdadero peligro para la Estación Espacial Internacional y para cualquier otra nave que esté en la órbita terrestre, así como para los astronautas que se encuentren en alguna actividad extravehicular o caminata espacial. Y allá arriba no solo hay desechos de este tipo, sino también hay partes de lanzadores espaciales que todavía pueden tener algún combustible que en caso de un choque pueda explotar y ocasionar una catástrofe.
El peligro mayor, con vistas al futuro, es que la basura espacial continúe creciendo y alcance zonas de altura en las que ahora hay menor concentración de la misma. En ese caso, podríamos quedarnos encerrados en nuestro planeta, sin poder salir de casa, sin poder lanzar ningún satélite o nave espacial. Así de que, si no se logra poner en ejecución un procedimiento viable para retirar todos los satélites e ingenios espaciales que estén inactivos, ese momento, lamentablemente, pudiera llegar.