Plazas de Camagüey consolidan su valor turístico- patrimonial

alina
07 October 2015 10:37pm
Plazas de Camagüey consolidan su valor turístico- patrimonial

Camagüey, una de las primeras 7 villas de Cuba, poseedora de un centro histórico declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, debe su fama al caprichoso trazado de sus laberínticas calles y hermosas plazas, coronadas por iglesias y monumentos que la prestigian como uno de los más atractivos destinos turísticos cubanos.

Fundada en 1514, con el nombre de Santa María del Puerto del Príncipe, en la costa norte del centro de la Isla, encuentra asiento definitivo en 1528 entre los ríos Tínima y Hatibonico, en el cacicazgo indígena que le da su nombre actual, bajo el patronato de la Nuestra Señora de la Candelaria, que se celebra el 2  de febrero.

Regresar a la ciudad natal, después de cierto tiempo de ausencia, es siempre motivo de nostalgia, pero confieso que en mi más reciente visita sentí orgullo por el rejuvenecimiento de “la aldea”, como la llegamos a llamar los muchachos de medio siglo atrás, cuando deambulábamos en las noches por sus calles y plazas de luces mortecinas.

La celebración del medio milenio de la fundación de la Villa, enclavada en una planicie de verdes potreros y cañaverales, sirvió de estímulo a sus habitantes y autoridades para emprender una restauración de su  patrimonio que asombra a los visitantes.

Estrechas calles adoquinadas y bien iluminadas plazas arboladas, que atesoran historias, leyendas y tradiciones, se rodean ahora de bibliotecas, galerías de arte, centros culturales, bares y restaurantes para deleitarse con platos típicos como el ajiaco y el lechón asado servido sobre casabe de yuca.

En el Parque Agramonte, en la que fuera antigua Plaza de Armas, dominada por la imponente estatua ecuestre del admirado héroe camagüeyano de la gesta de independencia, obra del italiano Salvatore Boemi, florece ahora un frondoso jardín de palmas y árboles de sombra.

A un costado, de frente a la calle Cristo, que va directo al cementerio, la Catedral de Nuestra Señora de la Candelaria (siglo XVI) muestra totalmente remozado su artesonado, que ya estuvo en peligro de derrumbe, y su hermoso interior.

En las anchas aceras del Parque Agramonte, por donde paseaban jóvenes y muchachas, al compás de marchas y danzones interpretados por la Banda Municipal en las noches de retreta dominical, hoy se reúnen los apasionados de Internet para aprovechar la cobertura wi-fi allí instalada y ver y hablar con sus amigos y familiares en cualquier lugar del mundo.

En una de las esquinas de la plaza, en Martí e Independencia, un antiguo comercio de billetes de lotería, es hoy uno de los bares más acogedores para los visitantes de la ciudad.

Desde este punto central se puede tomar hacia el Norte y a pocas cuadras desembocar en la Plaza, presidida por la antigua iglesia neogótica aledaña al que fuera exclusivo colegio de los escolapios.

Si se toma hacia el Sur, el viajero va directo a la Iglesia del Cristo del Buen Viaje, contigua al cementerio, ruta de procesiones de Semana Santa y de los entierros de veteranos de la Independencia, conducidos en carros fúnebres tirados por caballos y despedidos por fuego de salva, algo fascinante para los niños que nos disputábamos los casquillos de las balas que saltaban de los fusiles.

Hoy el amplio parque de la Plaza del Cristo reúne en las mañanas de domingo a criadores de aves canoras: tomeguines, canarios, azulejos, negritos y algún sinsonte, para competir o intercambiar ideas.

Desde el Parque Agramonte hacia el Este, la calle Cisneros nos lleva hasta el puente sobre el río Tínima y de ahí, cruzando la carretera central, saltamos a una de las dos más anchas y largas  avenidas del Centro Histórico que desemboca en la Plaza de la Caridad.

Los bien cuidados jardines de hoy en torno de la basílica de la Patrona de Cuba fueron durante decenios escenario de una animada feria, en septiembre, que incluía carrusel y juegos infantiles, así como comidas, bebidas y fiestas para adultos.

Hacia el Oeste, por la calle Cisneros, a unos 300 metros, se desemboca en la Plaza de Nuestra Señora de la Merced, frente a la iglesia del mismo nombre, construida en 1601, también llamada “de los Trabajadores”. Frente a esta plaza se alza el museo Casa Natal de Ignacio Agramonte (1750).

En otro extremo sobresale el flamante Centro de Convenciones Santa Cecilia, ubicado en la otrora Sociedad Popular, un antiguo lugar de recreo, que hoy permite a Camagüey acoger eventos de primer nivel, en condiciones óptimas.

A sus espaldas, en la calle Padre Valencia, que parte de la Plaza, a muy poca distancia, se encuentra el Teatro Principal (inaugurado en 1850), sede de la Orquesta Sinfónica Provincial y del Ballet de Camagüey, una excelente compañía reconocida internacionalmente.

En línea recta, hacia el Norte, por la antigua calle Estrada Palma, justamente rebautizada Ignacio Agramonte, a unos 200 metros, arribamos a la  Plaza de la Soledad, nombrada así por una de las más legendarias iglesias de la villa, que hasta hace pocos años mostraba los viejos ladrillos de sus gruesos muros, que resistieron el embate de piratas y ciclones.

Hoy, totalmente remozada, preside la también llamada Plaza del Gallo, nombre de una antigua tienda de ropa masculina, convertida en pizzería, que tiene enfrente dos hostales erigidos en viejas edificaciones: el Camino de Hierro y el Santa María, ambos de la categoría E de la compañía Cubanacán, de bien ganado prestigio.

A pocos pasos de la Plaza está el Hostal Tula, en una confortable casona colonial que rinde homenaje a la poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda. Muy cerca, por el paseo peatonal de la calle Maceo, se encuentra el Gran Hotel, de legendaria trayectoria.

Otros dos sitios de imprescindible visita son la Plaza de San Juan de Dios, construida en 1728, y la Plaza del  Carmen, con una explanada embellecida por grupos  de esculturas que reflejan escenas de ambiente tradicional, de la artista camagüeyana Martha Jiménez, Premio Unesco al mejor conjunto arquitectónico.

La amplia Plaza extendida frente al colonial hospital San Juan de Dios, cuya iglesia y convento adjunto han sido totalmente restaurados, atesora una de las más conmovedoras leyendas camagüeyanas.

Muerto en combate el 11 de mayo de 1873, el cadáver del Mayor General Ignacio Agramonte es expuesto por las autoridades españolas en aquel lugar, donde se asegura que fue incinerado y sus cenizas expuestas al viento. La historia, contada en las escuelas desde mi niñez, jamás se ha olvidado.

Alrededor de la apacible explanada cubierta de adoquines operan hoy, en antiguas casonas de estilo colonia, algunos de los mejores restaurantes de la ciudad, a los que fluyen grupos de visitantes extranjeros, incluso estadounidenses, como los del turoperador Globus, que vienen con sus reservas hechas, movidos por el prestigio del lugar.

A juicio de expertos de la industria de los viajes, después de La Habana Vieja y Trinidad, el centro histórico de Camagüey, por su extensión y conservación, es el más interesante de la Isla y bien merece una visita de 2 o 3 días, en un ilustrativo y muy acogedor circuito de ciudades patrimoniales.

La también llamada Ciudad de los Tinajones dispone de excelentes conexiones aéreas en su confortable y técnicamente excelente Aeropuerto Internacional, que dispone de la segunda mayor pista del país, o por carretera, desde cualquier sitio en Cuba.

Siempre se habló de Camagüey como una ciudad que esconde tesoros arquitectónicos, bellas iglesias de estilo barroco y las más lindas mujeres de Cuba, a lo que se pudiera añadir que tanto en Santa Lucía y la cayería de Jardines del Rey, en el Norte, como al Sur, en Jardines de la Reina, dispone de espectaculares refugios de sol y playa, para complementar una placentera estadía en cualquier época del año.

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