Asentamientos humanos conservan patrimonio cultural de Guantánamo

Viajar por la costa sur de la provincia más oriental de Cuba, es reencontrarse con nuestras raíces indígenas, esta porción de la Isla es rica en hallazgos arqueológicos, y sitios de asentamientos aborígenes, rincón obligado para especialistas en el tema, y amantes de la historia americana.
Pero su mayor tesoro está en los asentamientos humanos que, por su tradición oral, conservan un patrimonio de valor incalculable. En la parte este del municipio de Maisí, a 5 kilómetros del noroeste de la punta de Quemados, provincia de Guantánamo, el tiempo parece detenido y desde los primeros encuentros con los lugareños sentimos que hemos comenzado un viaje al pasado histórico de nuestro pueblo.
La comunidad de la Patana, debe su nombre a una especie de cactus endémico, es uno de los rincones de nuestra tierra donde se refugiaron los aborígenes de la época de la conquista, lugar que guardan con recelo sus, todavía hoy, descendientes.
Está a unos 6 kilómetros de la cabecera municipal, asentada en una gran meseta sobre el nivel del mar y resulta muy curioso que pese a su cercanía, los habitantes de los poblados vecinos la consideran una región remota e inaccesible.
Apartados de la vida urbana por decisión propia, sus pobladores portan una oralidad mantenida de generación en generación, este aislamiento permite, además, que el tiempo para ellos solo sea medible por los sentidos, el movimiento de los astros y la tradición oral, así el ayer se convierte en un tiempo impreciso envuelto en el misticismo de la historia relatada. Lo cierto es que arqueólogos, biólogos y otros especialistas que estudian el lugar desde 1992, aseguran que después de tantos años de trabajo, nunca han visto un reloj.
La historia de este asentamiento está marcada por sus propias raíces, cuentan que fue fundada en 1870, por Narciso Mosqueda, un soldado español y su esposa, una descendiente aborigen llamada Carmen Mosqueda. Algunos creen que Narciso había desertado del ejército, otros que fue una causa de homicidio, lo que se sabe, por evidencia, es que crearon una comunidad cerrada de donde nadie salió o entró en mucho tiempo,
Tras años de aislamiento, no fue hasta los 40s del siglo XX que un hombre de apellido Masó logró casarse con una patanera, aunque en la actualidad los más jóvenes ya se van a vivir fuera del poblado, aún conservan físicamente las características de nuestros aborígenes, y algunos los ojos más claros, por la herencia española, pero no mezclados con otras etnias como la africana.
El arqueólogo Daniel Torres Etayo, que lleva trabajando casi 20 años en la región confirma que se han documentado alrededor de 26 sitios arqueológicos, incluyendo aldeas, lugares ceremoniales y sitios de enterramiento, en los alrededores del poblado, y es frecuente encontrar cerámica indígena en los patios de las casas, hechos que apoyan las narraciones orales trasmitidas de generación en generación.
Lo más impresionante de este sitio es que, aunque parezca que sus pobladores se aislaron completamente de la historia de Cuba, hechos históricos demuestran su participación en las guerras. Mediante una ceremonia religiosa el 13 de mayo de 1895 y a través de Cristina Pérez Pérez, reconocida espiritista y comadrona casada con uno de los caciques menores de Yateras, mediante un trance por el cual habló el espíritu de un gran cacique, logró que estos pobladores aborígenes se sumaran al mando del General Antonio Maceo hasta 1898 cuando termina la contienda bélica.
Los pataneros hoy no sobrepasan los 150 individuos, pero conservan tradiciones como comer casi todo asado en la braza de la ceniza caliente y su actividad principal sigue siendo la agricultura, cultivan fundamentalmente malanga, maíz, frijol, tomate miel, café, sus conocimientos de la agricultura son empíricos, pero conocen la rotación correcta de los cultivos, la eliminación de plagas y manejan adecuadamente los recursos, como lo hicieran desde tiempos lejanos sus ancestros.
Otra de sus características más evidentes es que la mayoría de los patanaros saben leer y escribir, pero su forma de hablar es peculiar, el uso indiscriminado de arcaicos hace que el lenguaje sea muy diferente al resto de los campesinos cubanos, sin embargo, al igual que estos, gustan de hacer historias de aparecidos en las noches, relacionadas con la historia de la fundación del poblado.
Hoy la realidad de los pataneros es menos dura que años atrás y gozan de turbinas de agua potable, una planta eléctrica que encienden tres horas al día, una sala de video con paneles fotovoltaicos y un médico de familia, elementos que evidencian el respeto que las autoridades de la región otorgan a la decisión de estos pocos moradores de mantenerse atados al pedazo de tierra que los vio nacer.