Trinidad, Ciudad Museo detenida en el tiempo
La otrora villa de la Santísima Trinidad fue la tercera fundada por el Adelantado Diego Velázquez de Cuéllar, en enero de 1514. Esta antiquísima urbe envuelve al visitante en un conjunto arquitectónico bien conservado, de los mejores de Cuba y la región, de edificaciones de los siglos xviii, xix y principios del xx, que exhiben una combinación de estilos y decoraciones de añejas casas señoriales, con una coherencia ambiental no alterada en el transcurso de los años, de ahí su apelativo de Ciudad Museo.
En 1988, la UNESCO inscribió a Trinidad, junto al Valle de los Ingenios, en la Lista del Patrimonio Mundial, atendiendo a criterios tales como: “Trinidad es uno de los ejemplos más representativos del urbanismo de los primeros asentamientos fundados en América en el siglo xvi y de su armónico crecimiento hasta la primera mitad del siglo xix (…) presenta intacta su trama urbana original, su irregular sistema de plazas y plazuelas y el empedrado (…) Trinidad y el Valle de los Ingenios constituyen un ejemplo relevante de territorio en el cual aparecen excepcionales cualidades arquitectónicas y urbanas y un modo de producir azúcar que sirvió de sustento y riqueza a la villa colonial”.
La infraestructura turística e instalaciones modernas armonizan perfectamente con el entorno, de manera que Trinidad sigue siendo una auténtica ciudad colonial.
Mucho hay que ver en esta villa turística… en el Centro Histórico, las plazas de Santa Ana, de las Tres Cruces y Mayor, esta última, trazada desde la fundación; los palacios del Conde Brunet y de Cantero –construidos en la época de prosperidad de la industria azucarera–, la Iglesia Parroquial de la Santísima Trinidad, el Campanario de San Francisco de Asís y los numerosos vetustos palacetes que aportan un toque de belleza único.
Quienes deseen indagar en su cultura, historia y valores patrimoniales, tienen a disposición una red museística muy bien concebida, en la que sobresalen los museos Romántico (en el antiguo Palacio del Conde Brunet), de arquitectura (en la que antaño fuera residencia de la familia Sánchez Iznaga) y de arqueología guamuhaya (tiene como sede a la Casa Padrón, un edificio del siglo xviii), entre otros.
La obra de artesanos, artistas y pintores colma las empedradas y animadas calles, mercadeo armónico con el proyecto sostenible local, en concordancia con lo cual Trinidad ha sido declarada Ciudad Artesanal del Mundo por el Consejo Mundial de Artesanías, en 1918, y Ciudad Creativa del Mundo en Artesanía y Artes Populares, por la UNESCO, en 2019, en virtud de que se mantienen vivas las manualidades de antaño en tan diversas técnicas como tejidos de guano o seda, bordados, grabados en madera u obras moldeadas con barro –en esta destaca La Casa del Alfarero, muestra viva de la tradición artística local ofrecida por la familia Santander.
Apenas a 15 km, en el Valle de los Ingenios, se hallan ruinas de 75 antiguos ingenios azucareros, casas de plantación y de hacendados, cuarteles y otras instalaciones relacionadas con esa industria, así como la simbólica Torre de Manaca Iznaga, de 45 metros de altura, antiguamente utilizada para velar las dotaciones en los cañaverales, un excelente mirador del Valle.
Los turistas que prefieren alternar con sol y playa pueden ir hacia la península de Ancón, a unos 10 km de la villa, cuyas principales ofertas se concentran en las playas Ancón y María Aguilar, de cálidas y tranquilas aguas tributadas por el Mar Caribe, excelentes a su vez para la práctica de deportes náuticos, para lo cual se emplazan allí la Base Náutica Marlin Trinidad y el Centro Internacional de Buceo Ancón, que brindan opcionales de buceo, snorkeling, paseos, excursiones, pesca trolling, de fondo y vida a bordo.
Trinidad ofrece, asimismo, la posibilidad de combinar la estancia con el turismo de naturaleza, que tiene su espacio principal en el Gran Parque Natural Topes de Collantes, distante unos 20 km, en el grupo montañoso Guamuhaya; asimismo, en los innumerables atractivos del parque El Nicho, con su sendero Reino de las Aguas, y en el espectacular Salto del Caburní, de 60 metros de altura.
Su planta hotelera dispone de opciones diversas, desde cierto lujo, de 4 y 5 estrellas, hasta otras más económicas. En cuanto a la modalidad asociada, hay hoteles de ciudad dentro de la propia Trinidad; en la periferia, los de la franja de playa, que operan fundamentalmente como todo incluido, y los de naturaleza, la mayoría en Topes de Collantes.
Andar por plazas y adoquinadas callejuelas, en coches tirados por caballos o a pie; y regodearse viendo ventanales inmensos de altos poyos, balaustradas de hierro o maderas preciosas torneadas, balcones corridos, acogedores patios interiores, cenefas, arcos, añejas decoraciones y gente afable y sencilla, muy orgullosa de su identidad trinitaria… esa es Trinidad.