Misteriosas cuevas revelan secretos milenarios de Cuba

Las cuevas de Punta del Este, ubicadas en el extremo suroriental de la Isla de la Juventud, figuran entre los tesoros menos conocidos del patrimonio natural y arqueológico de Cuba. Este sistema cavernario, compuesto por cuatro cuevas, se encuentra a unos 60 kilómetros de Nueva Gerona, accesible únicamente por vía terrestre.
En un farallón calcáreo, a 200 metros de la costa, se halla la Cueva Número Uno, también conocida como de Los Indios, del Humo y de la Isla. Este espacio concentra 213 pictografías, lo que representa casi un tercio de todas las encontradas en el país. El sabio cubano Fernando Ortiz la bautizó como La Capilla Sixtina del Arte Rupestre Caribeño, en reconocimiento a su valor simbólico y estético.
La Comisión Nacional de Monumentos declaró este sitio como Monumento Nacional en 1979. La primera referencia escrita sobre la cueva aparece en el libro A través de Cuba, del geógrafo francés Charles Berchon, quien documentó su naufragio en 1903. En esa obra se incluye una descripción del doctor Freeman P. Lane, quien la definió como una gruta profunda de 50 pies, con bóveda perforada en forma de chimenea y paredes decoradas con dibujos indígenas.
En 1917, el ingeniero C. N. Ageton publicó Guano de murciélago en Cuba, donde incluyó cuatro planos de grutas. Uno de ellos corresponde, por su descripción topográfica, a la llamada Cueva de Isla, nombre que proviene del apellido de la persona que la habitaba en ese momento.
Actualmente, este sitio se conoce como Cueva Número Uno de Punta del Este, según la denominación establecida por Antonio Núñez Jiménez en 1947. En 1922, Fernando Ortiz realizó una visita que marcó el inicio de las investigaciones arqueológicas. En su reporte oficial del 24 de mayo, identificó el lugar como los restos de un templo precolombino, vinculado a una civilización siboney.
El doctor Carlos de la Torre también exploró la cueva y recuperó diversos objetos, aunque nunca publicó sus hallazgos. El alemán doctor Topsius realizó estudios similares, sin divulgar los resultados. Estos datos provienen de documentos históricos y archivos del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA).
Las investigaciones de Antonio Núñez Jiménez, iniciadas en 1967, sugieren que Punta del Este funcionó como un observatorio. Desde el centro de la bóveda, una persona puede observar el movimiento aparente del Sol. Las pictografías que decoran techos y paredes incluyen 56 círculos concéntricos, distribuidos en series de colores alternos: 28 rojos y el resto en negro.
Fernando Ortiz interpretó estos círculos como una representación del mes lunar. Los rojos indican los días y los negros las noches. Sobre esta composición aparece una flecha roja que señala hacia el este. También se distingue una figura que parece una serpiente con anteojos, junto a una cruz cuyos brazos marcan los puntos cardinales. Otros símbolos evocan la procreación, la fertilidad y el Sol como fuente de vida.
Los expertos cubanos destacan que las Cuevas de Punta del Este constituyen un conjunto notable por sus pinturas rupestres, legado de los aborígenes. Este sitio ofrece una cosmogonía gráfica, plástica y abstracta, donde los antiguos habitantes plasmaron su visión del mundo sin recurrir a la escritura.
Las cuevas han recibido trabajos de restauración que incluyeron excavaciones, limpieza de paredes y techos, documentación fotográfica y rehabilitación de los pisos. Este entorno ofrece una experiencia única, capaz de dejar huellas profundas en la memoria y en los registros de quienes se acercan a explorar la conexión entre naturaleza y humanidad.