Habana Medieval: Castillos, Yelmos y Misterios Ocultos

Una parte de la aristocracia criolla en ascenso en el siglo XVIII en La Habana, sentía la fascinación por emparejarse con su referente en las cortes europeas. Ricos en propiedades, esclavos y fortuna, pero carentes de linaje, se empeñaron junto con los indianos peninsulares sin pedigrí, en obtener títulos de condes, marqueses y baronías, que les fueron otorgados por la Corona española a partir de la segunda mitad del mencionado siglo, tras demostrar con generosas contribuciones pecuniaria, su vocación de mecenazgo y de lealtad al Rey y a la Iglesia.

Cumplido el trámite y obtenido el beneficio se puso entonces de moda, para la flamante nobleza insular, presumir de la hidalguía adquirida, colocando a la entrada de palacios y mansiones, sus escudos de armas, algunos de los cuales todavía se pueden ver en La Habana Vieja, diseñados con una florida simbología heráldica, que enaltece la “grandeza” de sus tenedores.

En las postrimerías del siglo XIX, ya las dignidades nobiliarias en Cuba superaban el medio millar, una parte venidas a menos por la mengua de sus fortunas, dilapidadas en el afán de mantener un estilo de vida señorial, a contrapelo de las circunstancias económicas adversas, provocadas por la Guerra de Independencia.

El marcado interés por las leyendas medievales, las historias, mitos y secretos de las órdenes militares de caballería que, como los Templarios, llevaron adelante las Cruzadas, fue uno de los pasatiempos de la burguesía emergente de las primeras décadas del siglo XX habanero, que al finalizar la dominación colonial, comenzó a beneficiarse con la entrada del capital norteamericano.

Imitando a los señores feudales, algunos de los nuevos ricos, edificaron palacetes y castillos, con murallas aspilleradas, almenas, bocas de fuego y torres, como si fueran a resistir el asedio de los sarracenos, en repartos como el Vedado, Marianao, la Víbora o Santos Suárez. El estilo macizo de estas construcciones seudomilitares, también inspiró la edificación de varias Estaciones de Policía y cuarteles del ejército, durante la década del treinta del siglo pasado. La tendencia también dejó sus huellas en algunos edificios de apartamento, que se levantaron en esa época.

Los patricios republicanos más adinerados y cultos, se apegaron en lo fundamental, a la arquitectura neoclásica y ecléctica, en el diseño de sus moradas palaciegas sin embargo, no dejaron de hacerle un guiño a la riqueza y al poder, desde el simbolismo medieval, resaltando en su ambiente doméstico, pinturas y vitrales con castillos feudales, escenas de señorío y caza, torneos, batallas, elementos de la heráldica europea y el coleccionismo de armaduras, escudos y armas del Medioevo, entre otros.

Algunos herederos de la nobleza criolla, presumieron de su linaje, más allá de la muerte, haciéndose levantar en la Necrópolis de Colón de La Habana, castillos medievales a escala, donde hoy se encuentran sepultados. En esos peculiares mausoleos, se inscribe una curiosa imaginería de símbolos esotéricos, de probable inspiración templaría.

La Habana, en su reconocido eclecticismo, es un extraordinario cofre de secretos encriptados en el enlucido y los ornamentos de muchos de sus edificios, legados a la posteridad por sus constructores, siguiendo la tradición de los arcanos de las cofradías y fraternidades góticas de la Edad Media. Quien domine el lenguaje de los símbolos, podrá conocer su significado…