¿La magia de los Piratas o el infortunio del béisbol cubano?

La final de la edición 54 del campeonato más popular para los cubanos vive sus días de esplendor. Un equipo, Isla de la Juventud revoluciona estadios, acapara aficionados, ocupa titulares periodísticos y hoy por primera vez en su historia goza de criterio en pos de conquistar el título del béisbol cubano.
Al inicio de la temporada 2014-2015, ningún especialista beisbolero imaginó el desempeño de los llamados Piratas isleños. Más cuando su nave no contaba con su capitán por 18 años, Mandy Jhonson, ni con los servicios de hombres como Andy Ibañez, Raiciel Iglesias y Wilber Pérez.
Sin embargo, ante tal clima aparecieron las acertadas variantes. Del resto de las provincias llegaron jugadores en busca de protagonismo; quienes junto a Michel Enríquez, Luis Felipe Rivera, Dainer Galvéz, Luis Abel Castro y un recuperado Danni Aguilera engranaron un conjunto acorde a las proyecciones del debutante director José Luis Rodríguez Pantoja.
Como en la campaña anterior la clasificación a la etapa élite del béisbol cubano fue considerada una sorpresa, aunque se reconocía el esfuerzo y el trabajo sistemático de los últimos años.
Al show de los refuerzos acudió el novel mando isleño sin muchas ambiciones. Siete nuevos hombres, Yoalkis Cruz, Ulfrido García, Javier Vásquez, Jorge Luis Barcelán, Yusniel Ibañez, y Julio Pablo Martínez, pasaron a vestir la franela de los Piratas y con la incorporación del lanzador Héctor Manuel Mendoza, tras regresar de la Liga Profesional japonesa iniciaron travesía en un viaje que reservaría lo mejor para el final.
Invencibles se mostraron en sus predios del estadio Cristóbal Labra, no así en su función como visitador, aunque supieron mantener la nave a la deriva. Sin presentar una alineación de grandes slugger, su ofensiva demostró capacidad de producir carreras. Otra vez, el súper 12, Michel Enríquez conectó por encima de 350 AVE para liderar una tripulación, que recibió el aporte de Ibañez, Barcelán, Galvéz, Rivera y Martínez en los momentos decisivos.
Por su parte, sin un profundo staff de lanzadores abridores, con Luis Manuel Suárez y los refuerzos Cruz y García en esa función, el picheo cerrador descolló como lo más destacado de su bullpen, Danny Aguilera, cuatro victorias sin derrotas (10 en todo la temporada) y tres salvados, así como Héctor Mendoza se consolidaron en cartas de triunfo al seguro.
El juego en colectivo de los Piratas, la velocidad en función de la ofensiva y la oportunidad de sus bates, unido a la seguridad de sus cerradores en los capítulos finales dieron a la Isla de la Juventud una especialización en el denominado juego chiquito, así lo confirman los 25 éxitos de los 35 partidos que tuvieron definición por una sola anotación.
Durante esta etapa la estabilidad en los lugares cuatro y cinco de la tabla de posiciones les daba un voto en la lucha por acceder a las semifinales, que se combinó con la debacle, del vigente campeón Pinar del Río tras su regreso victorioso de la Serie del Caribe y el pobre interés mostrado en el cierre por Industriales.
En el estadio Latinoamericano barrieron categóricamente a los Azules de la Capital y después de 16 años serían protagonistas de la postemporada del béisbol cubano.
En esta instancia enfrentaron al líder Matanzas y un Víctor Mesa ansioso por colgarse su primer título nacional. Los Piratas fieles a su filosofía, se apoyaron en los brazos de Aguilera y Mendoza y en la oportunidad de sus maderos para frustrar las intenciones de los Cocodrilos.
Seis partidos de entrega, tres definidos en extra innings y gran rivalidad bastaron para que la isla pequeña disfrutara de una final beisbolera.
Otra vez, como ha sucedido en toda la serie, los Piratas salen sin sello de favoritos. No obstante, su actual desempeño ha ridiculizado todos los pronósticos y como han demostrado hasta el out 27 no hay definición.