Cuba y sus Útiles y Olvidados: Los Pirijods
Los cubanos que visitaban la Unión Soviética hace más de 30 años, al relatar las anécdotas del viaje a los amigos, se referían con frecuencia a los “pirijods“, contando historias como esta: “-Y entonces pasé por el “pirijooo” y fui al “Guns” y me compré un osito Misha…”
Los oyentes no iniciados, por supuesto que se quedaban perplejos y trataban de imaginar qué aventura citadina sería esa, de tener que pasar por un “pirijooo”, para ir a un tal “Gun”, a comprar ositos Mishas…
“-Jajaja, el Guns es una tienda enorme que hay en la Plaza Roja y los “pirijods”, son pasos subterráneos, que te permiten cruzar las calles de Moscú, por debajo, porque en Moscú hay calles que tienen más de 100 metros de ancho -aclaraba el “pirijonauta” de los tiempos soviéticos- Por arriba no hay quien las cruce, porque te despachurra un Lada, o viene el Tío Stiopa (policía bonachón de las historietas rusas) y te pone una multa y tienes que pagar una pila de rublos…jajaja”
Pues sí, los “pirijods” de Moscú, han sido una solución para redirigir el tránsito peatonal, y eliminar el peligro que entraña cruzar las anchas avenidas, que hoy tienen un flujo de vehículos infinitamente mayor al que existía cuando era la capital de la Unión Soviética (URSS).
En las grandes avenidas de Moscú hay un paso subterráneo cada 200 metros aproximadamente, con pequeños comercios y una interesante vida cultural de juglares y músicos ambulantes, que amenizan el tránsito por el lugar.
A instancias de algunos entusiastas “pirijonautas” que estudiaron o trabajaron en la URSS, comenzó a calorizarse la idea de construir también aquí pasos subterráneos, quizás movidos por la nostalgia de los buenos tiempos que pasaron en un país donde la Segunda Guerra Mundial dejó más mujeres que hombres.
Pero los “pirijods”, celebrados como una genial idea al principio, empezaron a ceder terreno, ante la propuesta de que levantar puentes sobre la calle, era más conveniente y económico, o mejor aún, colocar cebras con semáforos para peatones, con un muñequito verde y otro rojo, y un reloj digital, para que los transeúntes supieran cuándo pasar caminando, o mandarse a correr.
Después del forcejeo técnico y burocrático, la solución de los puentes y los semáforos peatonales se impuso, como solución más expedita. En La Habana, no obstante, se construyeron algunos “pirijods”, que poco a poco fueron quedando en desuso, pues se inundaban en épocas de lluvia, o eran utilizados como urinarios. Pasada la novedad, la gente siguió desafiando el tránsito vehicular en la superficie.
Sin embargo, e increíblemente, hace poco descubrí que todavía existen dos de ellos funcionando y en buenas condiciones. Uno es el “Pirijod de Manuel” en la ciudad de Holguín, construido gracias a la persistencia de un fanático del beisbol, que quería llevar a sus nietos al estadio con seguridad.
El otro, está en el cruce de los elevados de Calle 100 y Boyeros, en La Habana, que se mantiene limpio, fresco, seguro e iluminado prestando su útil servicio.
Un tercer paso peatonal se encuentra en la rotonda del Obelisco de Marianao, construido para facilitar el tránsito seguro de los alumnos hacia Ciudad Libertad, aunque permanece cerrado, quizás porque perdió el toque o por la pandemia. Puede que algún otro “pirijod” esté en uso por ahí, solo que no lo sé.
Valgan estas líneas nostálgicas, para celebrar ese portentoso invento ruso que es el “pirijod”, y que, junto con las hoy ausentes pero apreciadas latas soviéticas de carne de res al jugo, han salvado incontables vidas a través del tiempo.