Una dama del idioma en Santiago de Cuba

El Grupo Excelencias le propone una historia de vida singular. Ella es una mujer sencilla, conversadora, pedagoga, lingüista, madre, esposa… en fin, Eloína Miyares Bermúdez es y será una personalidad de la cultura de Santiago de Cuba.
Nació en el seno de una familia humilde y numerosa un 1 de diciembre de 1928. Su madre era ama de casa y su padre ferroviario. Juntos criaron sus doce hijos, inculcándole mucho amor y respeto. El canto, el hábito de lectura y la vocación por el magisterio fueron elementos que caracterizaron la niñez feliz que tuvo, a pesar de la precaria situación económica.
Recuerda con nostalgia como cantaba junto a sus hermanas y a las de Luis Carbonell acompañadas por el piano que había en su casa del centro de la ciudad. Siempre hacía la segunda voz, era su especialidad. En la escuela cantaba en las actividades en los diferentes niveles de enseñanza de la época y pertenecía al coro de la iglesia de Santo Tomás, pues el catolicismo también estuvo presente en su educación.
Cuando era una adolescente ingresó a la Escuela Normal de Maestros por la vocación que sentía ante una profesión tan importante. El magisterio llegó a la vida de Eloína para quedarse y llenarla de alegrías. Durante cuatro años se formó como maestra normalista y fueron inolvidables para ella. Allí conoció a un joven que le llamó la atención y robó todo el amor de su corazón, Julio Vitelio Ruiz Hernández.
El tiempo fue el encargado de sellar el amor de estos santiagueros. Luego del primer beso en el cine Aguilera y transcurridos los primeros tres años de noviazgo el 27 de noviembre de 1952 se casan por la iglesia y para toda la vida. Eloína y Vitelio, dos nombres que comienzan a compartir cada momento de su vida sentimental y profesional hace ya más de seis décadas.
La primera escuela donde ejerció el magisterio fue en una rural que se encuentra ubicada en la inmediación de Palma y Contramaestre nombrada La Güira con dieciocho años de edad. Allí puso en práctica todo lo aprendido en la Normal y tuvo la experiencia de los grados múltiples que existieron en los primeros años del Triunfo de la Revolución Cubana. Después las escuelas santiagueras conocieron de su labor, dedicación y amor por el arte de educar.
Ha impartido docencia en la enseñanza primaria, secundaria, pre-universitaria y la universidad. La materia preferida era el español. El uso correcto del idioma ha sido su propósito, en compañía de Vitelio, el padre de sus ocho hijos varones, pues no tuvo la suerte de tener hembras pero si partos muy peculiares. Fueron cinco en total; los impares de gemelos y los pares sencillos.
Crió a todos sus hijos de forma modesta y muy alegre. Inculcándole el hábito de lectura y las mejores costumbres. Su madre la apoyaba en la educación para que ella continuara con su profesión. Actualmente es abuela de catorce nietos y ya suman seis los bisnietos.
La extensa labor de Eloína Miyares como pedagoga le ha permitido en conjunto con Julio Vitelio Ruiz la publicación de importantes libros referentes a la fonética, el vocabulario y la ortografía, entre los que sobresalen: Ortografía teórico-práctica, El consonantismo en Cuba, Vacuna VAL-CUBA, Léxico activo-funcional del escolar cubano, Ortografía integral y los imprescindibles diccionarios escolares ilustrados y básicos, enriquecidos en cada una de sus ediciones.
Fruto de todo su trabajo investigativo es la fundación del Centro de Lingüística Aplicada de Santiago de Cuba, donde Vitelio también participa.
Entre los reconocimientos que atesora Eloína están el de Doctora Honoris Causa en Ciencias Sociales de la Universidad de Oriente, la Orden Nacional Lázaro Peña, la distinción por la Cultura Nacional, la placa José María Heredia, el premio Nacional de Pedagogía, el escudo de la ciudad de Santiago de Cuba y el título de Heroína del Trabajo de la República de Cuba.