La Habana 500+1: El primer año de los tiempos futuros
Viviendo uno de los momentos más desafiantes de su historia, La Habana cumple medio milenio y un año, este 16 de noviembre del 2020. La ciudad se enfrenta, después de cinco siglos de existencia, a un renacimiento, en medio de un sinfín de cambios ocurridos de la noche a la mañana, probablemente para siempre.
Ahora, vivimos con la mitad del rostro cubierto, saturados por los desinfectantes, mirando con prevención a los extraños que se nos aproximan demasiado y tratando de llegar al final de cada día, con un saldo positivo.
En medio del confinamiento de meses, el vecino, se convirtió en el activo más apreciado, compartiendo alimentos, medicinas y frases de aliento cuando la incertidumbre desbordaba nuestros espacios.
Para una ciudad cosmopolita y plural como es La Habana, fue impresionante ver las calles desiertas durante muchos días. Parecían escenas de una película de fantasías distópicas, pero materializadas en una realidad perturbadora.
El hogar y la familia pasaron a ser un espacio multidimensional, donde tuvimos que establecer alianzas y consensos para organizar una convivencia armónica, pues en la escala humana, esa es una zona llena de desafíos y contradicciones.
Para muchos, el confinamiento, fue una oportunidad para avivar el fuego de amores desvanecidos, entender que a los hijos no basta con alimentarlos y que los ancianos son viejos, no inútiles.
La meditación, la lectura y el diseño de proyectos de vida, fue la energía que nutrió a los que ven más allá del horizonte. Los libros, sobre todo, estuvieron agradecidos por sentir de nuevo los dedos husmeando entre sus páginas, sacudidos de polvos y olvidos.
Los teléfonos celulares, permitieron compartir fotos, afinidades, necesidades y banalidades, pues la tontería también nos hace falta para vivir, aunque en exceso puede volverse adictiva y hasta más peligrosa que el coronavirus, pues ataca sin clemencia al cerebro.
Los anónimos de siempre, no dejaron de hacer lo suyo, todos y cada uno de los días cuando lo habitual se convirtió en lo excepcional. Quizás los panaderos, merezcan tantos aplausos como los médicos, al igual que el barrendero que a las cinco de la mañana, rueda su escoba por el borde de la acera, limpiando la desidia de los que a esa hora duermen plácidamente.
Merecedores de aplausos, son también los que pusieron orden donde imperaba el desorden, los que no faltaron a los puestos de trabajo imprescindibles, los que llevaron consuelo y alimentos a los necesitados, los que reconfortaron con una frase amable al prójimo y todos aquellos que llevaron la luz donde hubo oscuridad.
Este 16 de noviembre de 2020, será el primero sin la presencia física de Eusebio Leal, deseándole a La Habana y sus habitantes, los parabienes junto a la ceiba del Templete.
Será, sin embargo, el primer año de todos los tiempos futuros, donde su presencia seguirá latente, como bien se ha dicho, desde el recuerdo de las piedras y desde cada obra que nos legó, para hacer más bella la ciudad y mejores ciudadanos a los habaneros.