La Habana 500 + 1: Los Útiles y Olvidados Hidrantes de la capital

Rolando Pujol
30 December 2020 6:35pm

Emplazados casi siempre en las esquinas de las calles, todavía se pueden ver algunos hidrantes en la ciudad de La Habana, objetos urbanos que desde hace ya muchos años dejaron de prestar su útil servicio como bocas de agua para la extinción de incendios.

Desde su fundación en el siglo XVI y hasta casi 200 años después, La Habana fue una villa de madera y guano, donde el asalto de los piratas y las negligencias de sus moradores, la envolvían en llamas con frecuencia. No es hasta finales del siglo XVII, que las autoridades coloniales toman especial empeño en eliminar, de manera definitiva, las casas de madera donde se originaban la mayoría de los siniestros.

Hidrante emplazado en la Habana Vieja

Cuando se producía un incendio en La Habana, las campanas tocaban a rebato y todo el que podía se dirigía al lugar con cubos y baldes. El agua se sacaba de la Zanja Real que llegaba a la villa por un tortuoso canal de 13 km desde el Río Almendares. Fuentes y piletas que abastecían a los vecinos, servían también para apagar los fuegos. Con la construcción del Acueducto de Fernando VII, que inicia sus servicios en 1835, se instalan las primeras tuberías y válvulas exteriores en las calles para la toma de agua.

En ese mismo año de 1835, se funda el Cuerpo de Honrados Obreros y Bomberos de La Habana, conocidos después como los “Municipales” y más adelante se crea con el patrocinio de las compañías de seguros y los comerciantes, el Cuerpo de Bomberos Voluntarios, conocidos como los “Bomberos del Comercio”.

La rivalidad entre los bomberos de uno y otro bando fue incesante, a tal punto, que los fanáticos de cada cuerpo, llegaron a provocar fuegos de manera intencional, para verlos en acción.

Hidrante de La Habana (3)

En la mayoría de ellos, como si se tratara de un partido de futbol, “los hinchas” de los bomberos Municipales o del Comercio se liaban en riñas tumultuarias para apoderarse de las tomas de agua y favorecer al cuerpo por el que sentían apego.

Los bomberos del bando contrario tenían que tomar los hidrantes a trompones y manguerazos, en medio del pandemonio del relincho de los caballos que tiraban de los carros, los silbidos del vapor de las bombas y las campanadas incesantes, abriéndose paso por las estrechas calles de intramuros, mientras las casas se consumían lanzando pavesas sobre bomberos y curiosos.

La rivalidad terminó trágicamente el 17 de mayo de 1890, cuando la explosión de la ferretería del comerciante español Isasi, sepultó a casi todos los bomberos de ambos cuerpos. Fue la peor catástrofe del siglo XIX en La Habana.

Y ¿qué pasó con los hidrantes?, pues estos demostraron su utilidad durante años, contemplándose su instalación en cada uno de los proyectos de crecimiento urbano y las nuevas parcelaciones, donde junto con el trazado de las calles, ya iban incluidos los servicios hidráulicos, el alcantarillado y la colocación de las tan útiles bocas de agua contra los incendios; las que también se hicieron obligatorios en almacenes, comercios e industrias.

Con el tiempo, las viejas válvulas dejaron de ser operativas, pues la demanda de agua creció de manera exponencial y la presión hidráulica del sistema disminuyó por el envejecimiento de las redes de tuberías y los salideros.

Hoy, los hidrantes regresan a las bulliciosas calles de la capital cubana, ahora pintados de rojo, estilizados y modernos, marcados por caracteres chinos y como parte de los sistemas inteligentes de protección contra incendios del siglo XXI; todos plantados en los nuevos edificios que se erigen en varios puntos de la ciudad.

Hidrantes Modernos en La Habana

Fotos: Rolando Pujol

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